491 - Así no atiende (no entiende) nosotro. Todo tiene marido, hermana no; así no atiende. - Es que Madre y hermana apenas a Dios queriendo; hombre no quiere; así es cristiano, mucho gusta algunas veces, para querer Dios solo. - ¡Nosotro no atiende! Después de este diálogo, que se repetía todos los días con diferentes indios, o con los mismos, pero pintados de diferente modo para fingir mejor y conseguir repetición de regalos, venía el almuerzo, el huevo frito, que era la mayor exigencia que hacían los muy connotados; luego, piezas de grafófono, al gusto, que algunas veces se hacían interminables; luego los regalos. Para ellos se abría de nuevo un diálogo: - ¿Vos pa qué regalar? - Porque mucho quiere indio. - ¿Vos cómo querer sin conocer? - Porque todo hijo de Dios mucho quiere. - ¡Indio Dios no hizo! Yo regalo no quiere; ¿vos pa cobrar? - Yo no cobra. - ¿Pa qué pues? Me entraba entonces a mostrar los regalos y ellos a hacerse muy desga- nados. De modo que cuando nos recibían algo, quedábamos celebrando el gran triunfo. Procurábamos sacar cuanto teníamos de raro y de halagador para ellos, con el fin de que llevaran la noticia y aunque no fuera sino por la novedad, vinieran a ver lo que les llamaba la atención. Invariablemente les obsequiábamos tabaco, lo cual nos ocupaba mucho rato porque o no sabían fumar y habíamos de encenderles el cigarro mil veces, o lo apagaban adrede para probar si las hermanas sí los querían lo cual veían, probando que las hermanas se tomaran la molestia de ir a en- cendérselos a la cocina, porque no había fósforos al menos en abundancia, sobre todo no los usábamos delante de ellos por evitar que de una vez nos hicieran reventar una caja para satisfacer la curiosidad que les despertaba. Por supuesto que esto era para nosotras como miel sobre hojuelas, porque deseábamos pasar el mayor tiempo posible con ellos, para ver cómo íba- Capítulo XXXI. Primeras entrevistas con los indios