761 agregar nada… y que es feliz sin que nadie pueda arrebatarle un átomo de su dicha, y ¿qué otra cosa necesitaba saber? Habiendo tantos intereses de la gloria de Dios pendientes, bien hubiera podido no volver a pensar más en el bicho; pero me dijo el padre que eso mismo entraba en los intereses de la gloria de Dios y entonces me pareció bien y puse todos mis cinco sentidos porque en aquel retiro todo pasara por el tamiz del examen de aquel santo padre. Cosa curiosa y que prueba la docilidad de los indios es esto: para ence- rrarme en la ermita durante nueve días de retiro, era necesario que los indios que constantemente me solicitaban se dieran cuenta del motivo de mi encierro en sitio para ellos tan misterioso, y ese motivo debía estar al alcance de ellos, que aún no entendían de estas cosas ni sabían que nadie se encerrara por motivo religioso. Se les dijo: Como ustedes están tan malos y haciendo tanto pecao, Dios está braveando y Madre tiene que encerrarse a hablar con Él, para que perdone a ustedes. Por nueve días va a estar en la ermita y ustedes no pueden ir allá, porque ella no habla sino con mi Dios. Las hermanas los llevaron al sitio hasta donde podían ir y ellos se com- prometieron a no pasar de allí. Me encerré por la tarde y les dieron cuenta; pues desde ese momento no volvieron a asomar por ese lado. Iban hasta la línea marcada como lindero entre ellos y la ermita y allí, en silencio, le señalaban a los nuevos que llegaban, para que supieran que allí estaba Madre; pero no hablaban nada recio. Esto lo admiramos mucho pues no era de esperarse tanta docilidad. Comencé los ejercicios con el plan de San Ignacio. El padre iba cada dos o tres días a darme algunas advertencias y se volvía, siempre acompañado de otra hermana. Es duro vérselas con el bulto Aquellos días fueron duros a mi alma como lo es siempre que uno tiene que vérselas con el bulto! La propia miseria vista de cerca, las misericor- dias de Dios palpadas tan claramente; los intereses de la gloria de Dios tan apremiantes y la impotencia tan suprema, todas estas cosas aisladas o jun- tas son aniquiladoras. Y todas pesaban sobre mi alma como una mole y pude casi agonizar. En la especie de venganza que sentía contra mí misma, quise hacer un examen muy minucioso que no había de olvidar jamás, para aborrecerme Capítulo XLVI. Es duro vérselas con el bulto